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No hay camino para la paz, la paz hace el camino es la frase que acompaña el busto de Mahatma Gandhi que el Gobierno indio regaló a las Naciones Unidas como símbolo de la paz y del Día Internacional de la No Violencia. Y es también la frase que preside el primer libro de Isabelle Junot, Eat Girl. De la obsesión a la ilusión (Roca Editorial).
Cuando le preguntas a la aristócrata por qué eligió esa frase para una obra que habla de la relación con la comida, Junot no duda ni un segundo: «Para salir de algo que te hace daño hay que aceptar el hecho de que hay que atravesarlo, de que tiene que salir de ti y de que no tienes que esperar para buscarlo».
Una relación malsana
¿Y qué es lo que busca Isabelle Junot? Estar en paz. Para ella, ese proceso comenzó con la comida, con el poner fin a una relación tóxica con el comer que convirtió casi sin darse cuenta en el primer paso para ser «la versión más favorita de mí misma». Todavía sigue buscando ser mejor, pues es algo casi innato en una mujer, pero ahora no le agobia, no le angustia, no le hace abrir la nevera y sufrir cada vez que se daba un atracón con la comida.
Ahora, Isabelle Junot no sabe si necesita volar más alto para ser más feliz, pero sí que el primer paso lo dio el día que decidió que la comida no iba a ser un peso con el que cargar prácticamente a diario. Ha sabido conocerse a sí misma, escucharse, hablarse y decirse «lo importante eres tú y nada más que tú».
Una forma diferente de vivir
No es un libro de autoayuda, es una filosofía de vida, la que aplica Isabelle Junot desde hace tiempo, la que, como el título de su libro, terminó con la obsesión para transformarla en ilusión. Insiste, y lo hace con conocimiento de causa, en que el libro lo ha escrito ella, que le parecen muy bien aquellos autores o personajes que recurren a otros para que les escriban, pero que ella quería dar a luz este libro, sentirlo, tocarlo, sufrirlo, disfrutarlo, amarlo y, sí, tal vez, odiarlo, porque hay que permitirse sentir la frustración, el cansancio, el decir «basta» y el volver a levantarse.
Es difícil describir quién es Isabelle Junot. Si le preguntas si es marquesa consorte, influencer, healthy life, coach, experta en nutrición, prima de... (Tamara Falcó), hija de... (Philippe Junot), nuera de... (la fallecida Marta Chávarri), madre o escritora, duda y te contesta lo que piensa sin mantener las formas que los clichés nos imponen: «Pues no lo sé». Dice que ahora, de todas estas descripciones, se queda con la de escritora, pero que en realidad es una mezcla de todas ellas. La realidad es que cuando conoces a Isabelle Junot los tópicos y los estereotipos se caen como un castillo de naipes.
La realidad de Isabelle Junot
En la mayoría de nuestras cabezas, cuando pensamos en Tamara Falcó, en su familia, en Marta Chávarri, en su familia, etc., siempre nos viene una palabra a la cabeza: pija. Isabelle Junot es familia de ambas, Isabelle Junot es el antónimo de esa palabra. Es tan natural que ni siquiera tiene asumida la sobreexposición que la acompaña. Claro que sabe a lo que se dedica, que las revistas de la crónica social matan por convertirla en portada, que tiene millones de seguidores en sus dos cuentas de Instagram, la que enseña su lado más chic y la que muestra a la Isabelle Junot que no es perfecta, y que cuenta con unos privilegios que no están al alcance de todos. Pero en Isabelle Junot todo eso es secundario.
La noche anterior a la entrevista y producción de esta portada, Isabelle Junot se había acostado a las dos de la madrugada dando los últimos retoques al libro. Antes de las siete ya estaba en pie (por no hablar de las veces que su hija la sacó de la cama), lista para acudir a una sesión fotográfica de más de seis horas. En ningún momento perdió la sonrisa. «Tengo el cerebro frito», fue lo más fuera de lugar que pudo decir.
Al final del túnel
Los que la conocen dicen que es así siempre, aunque ella admite que, como todo ser humano, tiene sus días malos, buenos y peores, pero que desde hace tiempo, desde que tomó la decisión de tener una buena relación con la comida, no pierde el tiempo ni victimizándose ni quejándose. «Lo fácil es quejarse», asegura, «y soy consciente de que no es tan fácil salir de los problemas y tener una mente positiva, pero yo he desarrollado un mecanismo que me ayuda a seguir hacia adelante, a no hundirme, a sentir la responsabilidad de las cosas a las que puedo hacer frente y no permitirme perder mi tiempo en victimizarme».
Que nadie piense que para llegar a este punto Isabelle Junot no conoció el lado oscuro: «Yo ya soy consciente de qué es lo que pasa cuando entras en el bucle de la autodestrucción y no te lleva a ningún lado. No me lo permito. ¿Y cómo lo hago? Empezando por lo más básico, por dormir y por tener una buena relación con la comida. Si duermes mal, enfrentarte a la vida va a ser mucho más difícil y se te va a hacer todo cuesta arriba. Si siempre estás pensando en dietas, en adelgazar, tienes hambre. Hay que ver la luz, salir, coger aire fresco, moverse. Son pequeñas cosas, pero si tienes esto ya puedes empezar a trabajar todo lo demás».
Comer bien o comer mal
Cuenta en Eat Girl.De la obsesión a la ilusión la historia de una mujer de 33 años que pasó su veintena intentando seguir todas las dietas de moda. «Era un secreto del cual no era ni consciente: aparentar que no me importaba mientras invertía la mayoría de mi energía, dinero y tiempo en perder esos últimos kilos y perseguir ese cuerpo de ensueño que parecía siempre estar fuera de mi alcance (...). Sufrí una depresión y un trastorno alimenticio», revela en el libro.
Isabelle Junot no era feliz, como no lo hemos sido muchas mujeres que hemos pasado por el mismo proceso. Ni siquiera era consciente de ello, ni de por qué se ponía a dieta ni de por qué se sentía culpable ni de por qué se juzgaba más y peor de lo que lo hacían los demás...
- ¿Te juzgan más o te juzgas más?
- Nos juzgamos más nosotros mismos, pero es cierto que al final del día no quiero saber lo que me han juzgado los demás. Uno es su peor crítico, por eso es tan importante aprender a no hablarte mal, a no machacarte... Por eso en el libro hablo tanto del mundo interior, porque al final el exterior está creado por aquél.
- ¿Y qué es lo que más te ha dolido cuando has escuchado la voz de ese mundo exterior?
- Lo que más me ha podido «doler» no es lo que dijeran los demás de mí, sino el propio juicio que me hacía a mí misma. El sabotaje que me hacía por mis inseguridades. Supongo que simplemente ya no quiero lidiar con esa voz interna negativa. Le digo: «Ciao». No tengo tiempo para estar pensando en cosas negativas. Le he dado la vuelta. No digo que ahora sea positivo, ni mucho menos, ahora es algo neutro.
- ¿Has sentido muchas veces culpa?
- Sí, muchas veces. Uno se siente culpable cuando tiene una relación mala con la comida. De ahí todo el proceso de dejar de sentir tanta culpa.
- ¿Y ahora cómo la gestionas?
- Es que ahora no siento culpa. Y si en algún momento percibo que la estoy volviendo a tener, sé cómo reconocerla y no dejo que me afecte. Si me sale, la identifico y no dejo que me condicione ni a mi estado de ánimo ni en mis decisiones.
Por eso Isabelle Junot decidió que tenía que escribir este libro, porque para ella, como lo es para todos, aunque a veces nos pase inadvertido, la relación que tenemos con la comida es «la que te acompañará para el resto de tu vida», al igual que «la relación contigo misma». Así que, «mejor tener una buena relación que no una con la que estás luchando cada día, ¿no?», lanza Junot. Quien quiera que recoja el guante.
No oculta en su libro, y lo dice quien está expuesta casi las 24 horas del día a las miradas ajenas, que vivimos en «una sociedad que idealiza la delgadez», y que es consciente de que su cuerpo «se encuentra en el lado privilegiado del ideal impuesto por la cultura de las dietas». Pero, aun así, Isabelle Junot ha ido aprendiendo que «la lucha contra una autoimagen corporal negativa no tiene que ver con el tamaño real de nuestro cuerpo, con nuestra percepción de él». Por eso lo que su libro propone es una filosofía de vida. No impone nada, no te dice qué tienes que hacer ni cómo tienes que hacerlo, ella sólo cuenta su experiencia, una que muchas otras mujeres han vivido, y relata cómo salió de ese bucle de autodestrucción del que hablaba al principio.
- En el libro hablas de una «comedora compulsiva». ¿Lo eras?
- Depende de cada una, pero en mi caso es alguien que está respondiendo en modo automático en vez de pensar y ser un pelín más consciente de sus decisiones alimentarias. Es trasladar a la comida una manera de vivir frenética para poder lidiar con el día a día sin tenerte presente y sin preguntarte a ti misma qué es lo que realmente necesitas.
- ¿Cuesta más ese proceso cuando eres una persona que tiene la exposición que tienes tú?
- Pues es que yo no me siento tan famosa como parece que soy. Te lo digo de verdad. Pero sí, tal vez sienta más presión, que se soluciona haciendo las paces con la comida y con mi cuerpo. Eso sí, hay un trabajo interno detrás. Mira, yo antes estaba mucho más en forma de lo que estoy ahora, pero me sentía mucho más insatisfecha con mi cuerpo que hoy en día. No es que esté genial, pero mi mente sabe hacer frente a ello. Hay que trabajarlo, no es algo que venga de un día para otro. Es un work in progress.
- Es decir, hay que ser también muy fuerte mentalmente.
- Claro que hay que ser fuerte, pero también hay que escucharte, porque cuando estás viviendo caóticamente es imposible que te oigas.
Hubo un tiempo, y así lo confiesa Isabelle Junot, que su relación con la comida «era terrible». Eran los tiempos de los atracones, de no poder parar de pensar en galletas, patatas, comida basura... «Deja atrás la autocrítica constante y transforma tu diálogo interno en uno productivo. Sé paciente contigo misma. Prioriza cómo sentirte en tu día a día». En resumen, «no es buscar una perfección inexistente».
Isabelle Junot no es perfecta, pero sí es lo más perfecta que puede llegar a ser ahora mismo. Y no es que lo digan lo demás, es lo que se dice ella misma. Sabe que puede haber una versión mejor, pero no sería la que prefiere. Sería como aquella chica de entre 16 y 18 años a la que mandaron a un internado -lo relata en su libro- y, «aunque suene como el inicio de una novela de suspense», el único misterio era «cuántas galletas podía comerme de una sentada».
Ahora «elijo comer para sentirme bien». Es decir, «si veo una tarta de chocolate y me apetece comerme un trozo, en lugar de decir: 'No, que esto engorda', me lo como. ¿Cómo me va a hacer sentir? Probablemente genial». Es lo que Junot describe como la alimentación intuitiva, un proceso que pasa primero por escucharse a uno mismo para después aprender qué es lo que tu cuerpo y tu mente necesitan. «Es simplemente no dejar que la imperfección te consuma y perpetúe el ciclo vicioso de seguir tomando decisiones autodestructivas relacionadas con la comida», afirma.
- Es raro en alguien famoso que muestre así sus debilidades...
- Si tú no tienes satisfacción, si no te sientes bien, vas a seguir buscando hasta estarlo. Cuando la encuentres (como en la frase de Ghandi) entenderás un montón de comportamientos cuyo porqué antes no entendías. Y cuando tú los entiendes, ya puedes identificarlos y pararlos. No volverte loca pensando en por qué reaccionas de una manera y no de otra.
- La primera vez que te escuchaste a ti misma, ¿qué oías?
- Lo que oía era: «Dame patatas fritas, dame cookies, dame helados, dame todo lo que me he prohibido toda mi vida» [ríe].
Isabelle Junot es muy de poner ejemplos. En su libro lo hace constantemente, pues sabe que la mejor forma de que conozcan la realidad de lo que ella vivió es creando esas imágenes visuales que la memoria siempre agradece. En esta ocasión, pone el ejemplo de un péndulo al que sujetas constantemente impidiéndole su movimiento natural. Cuando sueltas ese péndulo «se va a lanzar hacia ese lado que siempre le has restringido». Sin embargo, «si dejas de restringir, el péndulo se queda en el medio, en su vaivén, sin picos, sin extremos». Sobre el papel esto queda demasiado bonito, demasiado ideal, demasiado perfecto. Junot lo sabe.
«Una cosa es leerlo y otra muy distinta entenderlo y llevarlo a tu vida, hacer de esto tu propia filosofía. No es literal. Hay veces que sale genial y otras veces vuelves al principio y estás decepcionadísima contigo misma, pero es parte del progreso de volver a los hábitos antiguos para entender por qué pasaron y cómo podrías afrontarlos la próxima vez que surjan. Nada es perfecto, pero la clave está en cómo respondes, es saber responder. Yo nunca en mi vida había escrito un libro, nunca en mi vida había sido madre y, ahora, he hecho las dos cosas a la vez», explica.
- Y ahora cuando te escuchas, ¿qué es lo que oyes?
- Pues me escucho con más claridad y con más paz. No tengo esa urgencia ni esa necesidad de que todo sea blanco o negro. Ahora, mi péndulo está en el centro, no en un extremo u otro.
- Entonces, para terminar esta entrevista, ¿quién es Isabelle Junot, según Isabelle Junot?
- ¡Qué buena pregunta! Pues es alguien a la que le gusta disfrutar de la vida, cuidarse y cuidar de los demás. Me encanta comer, me encanta disfrutar de la comida. Sé quién soy, alguien que de verdad intenta cumplir sus sueños retándose y buscando el placer que existe dentro de ese reto. Hay mil cosas que me asustan y que me generan ansiedad o que me hacen salir de mi zona de confort, pero intento encontrar la forma de cambiar ese miedo y convertirlo en ilusión o en motivación
«La cuestión es que da igual cómo te ves, lo delgada que te sientes o en qué punto estés físicamente: siempre mereces trabajar en tu relación con la comida y cambiar esos comportamientos que te hacen sentir fuera de control o insatisfecha contigo misma. Cuando me dicen: 'Bueno, Isa, es que tú tienes buena constitución, tú te lo puedes permitir', quiero ser clara: ésta tampoco es la cuestión». Es una de las frases con la que Junot intenta quitarse una coraza que, por suerte o por desgracia -nunca se sabe-, jamás ha sido demasiado férrea. No es de esas famosas que intenta proteger su intimidad huyendo de la prensa, esquivándola o procurando no mostrar demasiado por el miedo al qué dirán o al daño que le puedan hacer.
De hecho, Eat Girl es una muestra de esa confianza que Isabelle Junot siente por el mundo. «Creo también que podemos trabajar hacia nuestras metas realistas desde un lugar de intención, amor propio, flexibilidad y paciencia. Es cuestión de descubrir lo que realmente funciona para nosotras, tomar decisiones informadas y abandonar la urgencia de encontrar atajos», asegura.
Por fin sin culpas
«¿Qué es lo que realmente necesito para seguir?», se pregunta Isabelle Junot durante la entrevista. «A lo mejor me apetece una tarta de chocolate», pone de ejemplo. ¿Se la come? Si le apetece, sí, pero sobre todo sin sentirse culpable. A Junot no le duelen prendas en reconocer que se empodera con la comida. «Sí, lo hago», nos dice. «Es como que todo se hace más fácil, es como pasar de ver la vida sin gafas y un día te las pones y...». Y uno empieza ver.
«Yo quiero ser normal y mostrar que soy normal. Quiero ser cercana y natural. Levantarme un día cualquiera y no pintarme los labios de rojo si no quiero llevarlos rojos (...). No voy a grabarme llorando, no quiero que mi vida se parezca a un reality».
Realización: Cristina Terrón.
Dirección de moda: Charo Lagares.
Dirección de arte: Vuelco Studio.
Maquillaje y peluquería: Gabriel Llanos. Asistente de estilismo: Natalia Muñoz. Asistentes de fotografía: Germán Arbós y Andie.
Producción: Asha Martínez.